La experiencia del trabajo en aula nos permite observar los niveles de organización que entran en juego cuando un niño aprende: el ser y su dimensión bio-psico-social, la dualidad entre mente y cuerpo, la aproximación al mundo desde vías complementarias y diferentes de registro y procesamiento de la información, los sentidos que nos traen la experiencia física y aquellos sentidos que nos traen la experiencia interior.

La educación intenta recoger este conocimiento y realiza esfuerzos en poner en el centro del aprendizaje a este ser completo y a la vez surgen las reformulaciones de objetivos que traen consigo nuevos códigos: el niño viene a la escuela a aprender para conocer, para hacer, para vivir con otros, para ser. Sin embargo, la cultura escolar carga con una herencia de olvidos, donde han quedado muchas veces fuera las mismas dimensiones que permiten que ese acto de enseñar y aprender sea siempre una siembra de impredecibles alcances.

Cuando el yoga entra al aula, se comunica la intención de recoger aquellos ámbitos del potencial humano que han quedado rezagados tras el dominio del trabajo intelectual, las habilidades psicolingüísticas y el pensamiento lógico. El yoga incorpora en el proceso de enseñanza-aprendizaje la conciencia del cuerpo, las emociones, el pensamiento analógico, los sentidos sutiles y la introspección.

La experiencia nos ha llevado a considerar el yoga como una práctica que estimamos privilegiada para representar nuestro anhelo como colegio de ser agentes de una educación integral, capaces de sostener en el aula un PEI inspirado en un modelo de desarrollo equilibrado del ser humano; es decir, con una propuesta pedagógica que sea capaz de atender todos los estratos de la personalidad: los planos físico, intelectual, emocional y espiritual.

En los años 90, en tiempos en que el yoga era una práctica muy ajena al quehacer de educadores, nuestro colegio innovó e hizo participar a alumnos de la Enseñanza Media en esta nueva disciplina. En forma paralela, en los Jardines Infantiles se impulsaba un currículum donde se abordaba el trabajo del cuerpo desde la gimnasia consciente, práctica que se mantiene hasta la fecha.

A partir del 2009, se incorpora la práctica de yoga en la rutina diaria de clases de todos los estudiantes de 1° a 6° básico a través de diferentes modalidades: como rito para iniciar la jornada de clases y para transitar desde actividades agitadas a actividades más calmas, generando el hábito y la cultura del yoga en la vida cotidiana; como recurso pedagógico para favorecer un clima de aula acogedor y tranquilo y potenciar en nuestros estudiantes condiciones compatibles con un mejor enfrentamiento de las experiencias de aprendizaje. Esto implica que internalizan como repertorio propio ejercicios de respiración, posturas y visualizaciones dirigidas a potenciar estados de relajación, atención, memoria, mediación cognitiva entre impulso y acto, orden y organización y creatividad, como también para favorecer el desarrollo de competencias socioemocionales en los estudiantes.

La implementación de la práctica de yoga en el aula se ha constituido en un aporte al desarrollo de competencias socio- afectivas de los niños, dado que favorece la introspección, así como el conocimiento de sí mismo y la inteligencia intrapersonal. Igualmente, nos ha permitido reforzar el despliegue de modelos de convivencia social evolucionados: modelos de cooperación, de refuerzo positivo, de empatía, de comunicación efectiva, el valor de la solidaridad y el respeto.

Que nuestros niños tengan el hábito de iniciar la jornada escolar con una secuencia de respiración abdominal completa, con su espalda recta, sus pies bien apoyados en el piso, sus ojos cerrados y en silencio, es una práctica que fluye como un acto cotidiano. Este pequeño cambio en el hábito de iniciar la clase es un gesto poderoso cuando está conscientemente intencionado desde los objetivos del PEI y por tanto es reforzado y a su vez fortalece las prácticas pedagógicas de nuestro colegio.

A través de los años el yoga en el aula nos ha llevado a revisar nuestros paradigmas de lo que entendemos por una buena clase: lo que es un buen clima de trabajo, lo que implica que un niño aprenda, lo que implica un tiempo eficiente. Estamos conscientes que la adquisición de conocimientos es una tarea importante dentro de la escuela, pero precisamente un ser humano en equilibrio en su desarrollo es quien puede asimilar mejor el saber que necesita. En este sentido el yoga se transforma en un gran aliado para los objetivos de aprendizaje, donde se ponen en juegos las inteligencias múltiples.